Son creencias que nos han dicho nuestros padres, nuestros abuelos o nuestros amigos. Cosas que hemos seguido al pie de la letra, pero que no necesariamente son ciertos. Así son los mitos, seguidos hasta que alguien comprueba su falsedad o veracidad.
Por eso decidimos preguntar a expertos para desmitificar de una vez por todas los mitos sobre la salud.
Hemos escuchado muchas campañas de salud donde nos dicen que debemos comer cinco porciones de frutas o verduras al día, pero no hay una evidencia científica clara de que consumir 400 gramos de vegetales tengan un impacto serio en la reducción de enfermedades como cáncer o hipertensión.
Otros estudios señalan que lo ideal son entre 7 y 8 frutas. Y si bien es cierto que comer sano se traduce en un bienestar general, lo importante es el equilibrio y evitar los alimentos procesados.
Nadie sabe dónde ni cómo se originó esta mito. Hay un estudio de 1945 que señala que necesitamos 2.5 litros de agua al día para mantenernos hidratados, pero el líquido lo obtenemos de varias fuentes como los alimentos mismos.
En 2011 un estudio de una universidad inglesa señaló que se requieren en promedio 2 litros al día para los hombres y 1.6 para las mujeres. Pero el estudio fue patrocinado por tres marcas de agua.
En todo caso, la necesidad de líquidos la determina nuestra actividad. No es lo mismo si corres 5 kilómetros, que si estás frente a la computadora leyendo esto. El cuerpo tiene un mecanismo para decirte cuando necesita agua y ese es mediante la sed.
Las abuelas decían que el calor sale por la cabeza, por lo que aconsejaban taparla en temporada de frío. Pero estas son malas noticias para la industria de los gorros y sombreros, pues la cabeza pierde tanto calor corporal como cualquier parte expuesta del cuerpo.
La lectura con luz tenue puede ser un desafío y quizás causarte dolor de cabeza, pero no provoca daños irreversibles en la vista. Algunos estudios han encontrado que la miopía es más común entre la población con más nivel de escolaridad, pero esto es probablemente porque hay un mayor acceso a los diagnósticos. Lo recomendable es que la luz brille sobre la página y no sobre los ojos para evitar deslumbramientos.
Creemos que al estar jóvenes y en plenitud no necesitamos un seguro de salud, pero no hay nada más falso. Los accidentes le ocurren a cualquiera y los síntomas de las enfermedades no tienen edad para aparecer. Además, mientras más jóvenes seamos, más baratas son las coberturas.
Después de leer este texto, tendrás argumentos para la siguiente comida familiar en que tu mamá te diga “Tápate la cabeza porque hace frío y cómete tus cinco frutas al día”.